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¿Quién decide qué comemos?

"Están dos peces nadando cuando se topan con un pez más viejo nadando en sentido contrario, quien los saluda y dice, “Buen día muchachos ¿Cómo está el agua?” Los dos peces siguen nadando hasta que después de un tiempo uno voltea hacia el otro y pregunta “¿Qué demonios es el agua?” (David Foster Wallace)

Vivimos en un mundo saturado de estímulos constantes y a veces brutales. Son señales supernormales, más allá de la fisiología y destinadas a manipularla. Una de las formas de sobrevivir a ello es la adaptación mediante la insensibilización. Pero esa adaptación tiene un costo: para estimularnos se necesitan señales cada vez más frecuentes, cada vez más intensas, cada vez más dañinas. Es un bucle perpetuo de aceleración y trivialidad que sostiene el consumo a costa de la salud de los consumidores.


Si fuésemos máquinas, cuanto más consumiéramos, menos desearíamos. Pero nuestra tragedia humana es que cuanto más consumimos, más hambrientos estamos. Queremos más, más rápido y más intenso. Lo que ayer fue un placer inesperado, hoy parece una necesidad y mañana será insuficiente. (Robert Sapolsky, Behave).


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